Uno de los mayores retos al que nos
enfrentamos los docentes, es acercar nuestras materias a la realidad
más cercana de nuestro alumnado. En mi caso , la Geografía e
Historia, una de las disciplinas que más trabajo suele costar, por
no entender su utilidad o por sentirse demasiado alejados de los
conceptos, ya sea en el tiempo o en el espacio.
Si recurrimos a las diferentes
definiciones que de patrimonio podemos encontrar, éste no sólo
incluye edificios, esculturas, obras pictóricas; si no que es
extensible yacimientos arqueológicos, documentos, tradiciones, y
como no, los espacios naturales, en los que se desarrolla el objeto
de estudio de la geografía y de nuestra practica docente.
Atendiendo a ésta última, y
entendiéndola desde perspectivas de la percepción, la vivencia, y
la cultura. El conocimiento del espacio geográfico ayuda a la
conservación del mismo(tal y como la UNESCO recomienda), pues el
conocimiento es el mejor camino hacia la conservación y el
desarrollo sostenible de nuestros espacios.
Igualmente, hace poco leí un artículo
sobre nuevas prácticas docentes, en el que ponía de relieve que el
cerebro para aprehender precisa de la emoción. Leyéndolo caí de la
cuenta, que esta practica la llevamos haciendo centenares de docentes
desde hace ya algún tiempo. Y que ha quedado patente con mi alumnado
de 1º de la E.SO del I.E.S. Las Lagunas en Mijas, a los cuales he de
agradecer la pasión con la que acogen las diferentes “locuras”
que este profesor les ofrece, volcándose en las mismas y proponiendo
temas, que han supuesto un reto tanto para ellos como para mi, y que
nos ha llevado a profundizar en temas que ni aparecían en el libro.
Igualmente he de poner de relieve que todo ello se ha realizado
mediante el aprendizaje cooperativo, la integración y el respeto
hacia las diferentes realidades que cada uno de ellos trae de casa,
en ocasiones rompiendo esquemas y en otras construyendo otros nuevos.
La formación del relieve, el clima, o
los diferentes paisajes del mundo, son hechos que al alumnado de 12
años les queda muy lejano, pero si ello lo aplicamos a su entorno
cercano, y no mediante la lectura y resumen, si no mediante proyectos
prácticos, en los que el propio alumno profundiza en el tema, y lo
plasma en mapas y dioramas, de su entorno cercano. Con ello no sólo
conseguimos que el alumno desarrolle las diferentes competencias, o
logre determinados estándares de evaluación, etc; si no que lo que
logramos es emocionarlos, amar su entorno, y por ende, valorarlo y
protegerlo. Aquí os deja algunas muestras de ello.
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